Descubrí a Pepita a través de la red social, Instagram. Recuerdo que al principio, no me apetecía entrar al perfil que su madre, Nini, había creado para dar a conocer al mundo lo maravillosa que era su hija pequeña, Pepita. Quizás me daba miedo; recientemente, había sido madre, e imagino que tenía las hormonas por las nubes, y en aquel momento todo lo relacionado con maternidad, bebés y crianza, me asombraba y espantaba a partes iguales. No sé cuándo fue decid la primera vez que me metí en el perfil de Pepita Mola, pero lo que sí recuerdo es que cuando entré y pinché en la primera foto, y en la siguiente, y en la siguiente, hasta llegar a la primera foto que se publicó, me arrepentí de no haber visitado mucho antes la vida de Pepita.
Nunca he tenido mucho contacto con ningún niño con Síndrome de Down, así que mi desconocimiento era absoluto sobre las personas que tienen ese trastorno genético ; para mí, el perfil de Pepita Mola, fue todo un descubrimiento. Es una niña lista, preciosa, cariñosa, pilla, independiente y muy graciosa. Tiene muchísimas cualidades, pero yo me quedo con lo feliz que hace a todos aquellos que tiene a su alrededor. Después de seguirla durante un año y medio, más o menos, me he dado cuenta del valor que tienen los niños y las niñas con capacidades especiales, y es que a diferencia de los que somos considerados como "normales" por los criterios de inteligencia que rigen nuestra sociedad, ellos no están capacitados para el mal en cualquiera de las versiones que lo maligno pueda expresarse y/o manifestarse.
Es cierto que a lo mejor Pepita nunca conducirá un coche, y habrá otros niños y niñas que no podrán vivir completamente solos, y tendrán que pasar la vida adulta en pisos tutelados, y tantas otras cosas más que ahora no se me ocurren, sin embargo, nunca harán daño a nadie. Pepita y todos los que tienen capacidades diferentes nunca serán capaces de engañar, maltratar, insultar, manipular y hacer sentir mal a las personas que tengan cerca o a las que simplemente se crucen en su camino. En nuestra sociedad hay cientos de cosas que están mal, que deberían cambiar o desaparecer directamente, pero si hay algo bueno de nuestro siglo es la evolución que ha tenido el tratamiento de las personas que poseen cualquier tipo de discapacidad.
Hoy con motivo del día dedicado a las personas que tienen una copia extra del cromosoma 21, ración doble de alegría, de cariño y de bondad, me he puesto a pensar en la suerte que ha tenido y tiene Pepita, de haber nacido en esta era, que apuesta por la inclusión y por la integración, y sobre todo, por haber ido a parar en una familia maravillosa, que donde otros ven tragedia, drama, miedo y negación, ellos, sus padres, sus tíos, sus abuelos y sus hermanos, han visto solo la oportunidad de ser inmensamente felices gracias a Pepita y todo lo que ella es capaz de transmitir con una sonrisa o un abrazo.
He visto algunas entrevistas que les han hecho a sus padres, Nini y Colín, y gracias a la actitud positiva, fuerte y alegre que han tenido a la hora de afrontar las capacidades diferentes de su hija, además de conseguir una felicidad que desconocían, también han llegado, sin pretenderlo, a la gente de un modo tan radical, que a partir de Pepita Mola, han aumentado las adopciones de niños con Síndrome de Down en la Comunidad de Madrid. Escuchar algo así, es reconfortante y te hace seguir creyendo que nuestro mundo todavía tiene posibilidades, que siempre hay más gente buena que mala, y que con amor, incondicional y desinteresado, se puede llegar a sitios que uno no sabía ni que existían.
Me encanta ver a niños y niñas con Síndrome de Down y otras capacidades diferentes, perfectamente integrados en los distintos escenarios y espacios de nuestra sociedad, significa que al final no lo estamos haciendo tan mal...y que en el fondo todavía hay esperanza


